Los lazos sociales fuertes pueden frenar el envejecimiento biológico, revela estudio

Un abrazo, una charla con amigos o la pertenencia a una comunidad podrían ser mucho más que fuentes de bienestar emocional: también serían un escudo biológico contra el envejecimiento. Así lo sugiere un estudio realizado en Estados Unidos con más de 2,100 adultos, que demuestra cómo los vínculos sociales sólidos se asocian a un envejecimiento celular más lento y a menores niveles de inflamación crónica.

La investigación analizó experiencias sociales como las relaciones familiares, la participación en actividades religiosas, el compromiso comunitario y las amistades duraderas. Estos datos fueron contrastados con marcadores biológicos clave, entre ellos relojes de metilación del ADN —como GrimAge y DunedinPACE—, sustancias inflamatorias y hormonas del estrés.

Los resultados fueron claros: las personas con lo que los investigadores llaman “alta ventaja social acumulada” (ASC), es decir, una red estable de lazos sociales a lo largo del tiempo, mostraron un envejecimiento biológico significativamente más lento. “Quienes tienen buenos contactos, ya sea a través de amigos, familia, religión o compromiso cívico, envejecen biológicamente de forma mensurablemente más lenta”, resumió uno de los autores.

El efecto protector de las relaciones se hizo evidente incluso a nivel inmunológico. Los participantes más integrados socialmente presentaron menores niveles de interleucina-6 (IL-6), una proteína asociada a inflamación crónica y a múltiples enfermedades ligadas al envejecimiento. Este fenómeno, conocido como “inflamación”, se considera un factor central en el deterioro de la salud en la vejez.

Sin embargo, no se encontró relación entre los lazos sociales y las hormonas del estrés, como el cortisol o la adrenalina, probablemente porque estas varían demasiado rápido para reflejar efectos acumulativos a largo plazo. En cambio, los procesos epigenéticos e inmunológicos parecen ser marcadores más fiables de la influencia social sobre la salud.

El estudio también reveló desigualdades importantes: los individuos con mayor nivel educativo mostraron perfiles biológicos más favorables, mientras que los participantes mulatos registraron un envejecimiento epigenético acelerado y mayores niveles de inflamación, un reflejo del impacto del racismo estructural y la desventaja social en la salud.

Más allá de los datos, los investigadores sostienen que este hallazgo subraya el valor de la integración social como una forma de medicina preventiva. El contacto humano cercano y duradero, señalan, no solo mejora la calidad de vida, sino que literalmente puede ralentizar el reloj biológico.

A futuro, estas conclusiones podrían influir en políticas públicas, desde el diseño urbano hasta los programas de atención para personas mayores. Al fin y al cabo, vivir acompañado y conectado podría ser una de las claves para vivir más y mejor.

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